Navegamos la vida a través de mapas, no de territorios

Un comienzo, un punto de partida desde el cual construir. Aquí se plantea una premisa que, a priori, parece razonable: el mapa no es el territorio.

Sin embargo, cabe una objeción: la analogía subyacente no es más que la comparación entre dos mapas; el territorio, en realidad, no aparece por ninguna parte. Mapas de distinta naturaleza, sí, pero mapas al fin.

En este planteamiento no se discute la naturaleza del territorio, ni siquiera su existencia. Y tal vez no importe, pues el ser humano, guiado por la razón, solo es capaz de manejar mapas, patrones, redes simbólicas…

El territorio, en todo caso, sería aquel sustrato que posibilita al ser humano la creación de mapas. Y hablamos siempre en términos de humanidad.

Los mapas pueden construirse a partir de elementos perceptuales, racionales, simbólicos, emocionales (y sin duda otros de naturaleza distinta), o mediante combinaciones de ellos. Nos permiten transitar por la vida y, según su calidad, hacer que dicho tránsito sea más o menos satisfactorio.

Una de sus particularidades es la capacidad de convertirse en sustrato para otros mapas, sirviendo como elementos constitutivos de representaciones de niveles superiores. Los estímulos captados por los sentidos humanos generan mapas perceptuales, de los que pueden derivar mapas artísticos. Con el lenguaje ocurre algo similar, ya sea en forma de lenguas naturales o de formalismos como las matemáticas.

Todos estos mapas están relacionados, pero son diferentes y no siempre comparables. Las aporías de Zenón, por ejemplo, enfrentan mapas fenomenológicos con mapas matemáticos, y de ahí surge la paradoja.

Toda teoría, en definitiva, define un mapa desde una o varias panópticas, pero nunca un territorio. La que aquí se propone es simplemente otra más, que parte de la convicción de que verdad y realidad son, en sí mismas, dos mapas distintos.

Proemio

Que las yeguas de la diosa nos lleven por el camino de la verdad.
Que el don del discernimiento, esa energía biforme, emerja en mí a través de la atención.
Que la atención me permita ser en mí y colapsar mi realidad entre la infinitud de posibilidades.
Que la realidad alcance el equilibrio inestable de orden y caos que es la vida.

Invocación a la atención

Capítulo 1

Toda realidad que se vive ha sido antes señalada.
Y toda señal surge de un campo en el que, sin atención, nada emerge.

La atención como inicio de todo colapso

Desde los albores del pensamiento, la humanidad ha buscado un punto de partida para comprender la experiencia. Algunos lo situaron en la sustancia (ὕλη), otros en la razón (λόγος), otros más allá, en la voluntad, el lenguaje o la memoria.
Nuestra teoría sugiere algo distinto, o más bien anterior: la atención es el origen operativo de toda experiencia.

La atención no es una propiedad más entre muchas, ni un módulo cognitivo ubicado en algún rincón cortical. En nuestro modelo, la atención es un operador geométrico que actúa sobre un espacio de fases potencial, colapsando configuraciones oscilatorias en formas experienciables. Es, si se quiere, una función de reducción de posibilidad: donde había infinitud, emerge figura.

El viaje de las yeguas

En el poema de Parménides, son las yeguas de la diosa las que conducen al pensador por el camino de la verdad. No van solas, llevan a quien escucha hacia lo invisible, guiadas no por la vista, sino por la orientación interior.
En nuestra lectura, estas yeguas representan la atención en movimiento,
una forma de desplazamiento que no ocupa espacio, sino que recorta lo real dentro del campo mental.

Así, el inicio de todo acto de conocer no es la percepción ni la sensación, sino el acto de enfocar, de elegir una región del campo oscilatorio en el que colapsar la experiencia. Es allí donde la mente comienza a existir, no como reflejo, sino como acto organizador.

De lo difuso a lo definido

Antes de que algo se vuelva claro, era un cúmulo de potencialidades. Lo que se percibe, lo que se siente, lo que se recuerda, todo ello es sólo una de las muchas configuraciones posibles que podía haber sido.
Pero ha sido atendido.

En términos dinámicos, decimos que la atención se pliega sobre un subconjunto del espacio de fases multibanda (generado por la interacción de los ritmos delta, theta, alfa, beta, gamma) y estabiliza un atractor transitorio.
Ese atractor es lo que llamamos experiencia.
Y más aún: cuando ese colapso se vuelve estable, y se reitera sobre sí mismo, genera una continuidad —eso que llamamos "yo".

El inicio del discernimiento

Atender es discriminar. Pero no de forma binaria, sino en una geometría continua. La atención no elige entre A y B, sino que ajusta las condiciones de frontera en las que A y B pueden o no emerger.
Es por eso que toda ética, toda estética, todo juicio, todo deseo, comienza en la atención.

No es exagerado decir que la atención genera el mundo mental. Sin ella, los ritmos neuronales seguirían danzando, pero ningún colapso los fijaría.
Como si el universo entero estuviera esperando que alguien, en algún lugar de ese campo, eligiera un camino

1ª - 2ª emergencias

La mente, ese misterio que habita en cada persona, no surge de la nada, pero tampoco es un mero epifenómeno de la materia. Surge, más bien, como un campo emergente, fruto de un proceso de organización multiescala.
Un campo que nace, capa a capa, de la interacción de millones de elementos, pero que no se reduce a ellos.

Esta teoría reconoce tres niveles de emergencia, cada uno con su naturaleza, sus parámetros y su lógica interna, pero todos integrados en una única continuidad dinámica

Capítulo 2

Tres emergencias, un solo campo

La realidad se pliega y despliega en capas, como si la complejidad fuera la manera que tiene el ser de conocerse a sí mismo.
Desde la chispa bioeléctrica hasta el pensamiento que se contempla, todo es una sola danza que se organiza por niveles.

La primera emergencia: bioelectricidad y red neuronal

Todo comienza en la célula. En el intercambio de iones, en la apertura y cierre de canales, en el delicado equilibrio entre sodio y potasio, entre calcio y cloro.
La primera emergencia es la de la actividad electroquímica neuronal.
Aquí no hay todavía pensamiento ni sensación. Hay potenciales, hay disparos, hay propagación de señales.
Cada neurona es un oscilador elemental, cada sinapsis un punto de posible transformación.

Lo esencial en este nivel es el ritmo interno de la neurona y su capacidad de comunicación. El potencial de membrana, la resistencia, la plasticidad sináptica, la latencia, la retroalimentación de redes locales:
todo esto forma un entramado que no piensa, pero que prepara el terreno para que algo más piense.

La segunda emergencia: oscilaciones, ritmos, sincronías.

Cuando muchas neuronas comienzan a oscilar juntas, a acoplar sus disparos, a resonar en patrones temporales, emerge algo nuevo: la onda cerebral.
Y con ella, una nueva lógica: la del tiempo colectivo.

Delta, theta, alfa, beta, gamma... no son solo nombres. Son estructuras de tiempo, formas del latir cerebral, cada una asociada a funciones distintas. Pero más que funciones, lo que representan es la posibilidad de unificar regiones separadas en una única dinámica.

Aquí el cerebro deja de ser una suma de puntos y se convierte en un sistema de osciladores acoplados. Un organismo en sí mismo.
Y sobre ese organismo de ritmos se edifica una geometría de interacciones, un espacio de fases. Ya no se trata de disparos, sino de figuras temporales

La tercera emergencia: atención, figura mental, conciencia, yo.

Cuando las ondas comienzan a acoplarse entre sí, cuando theta modula a gamma, cuando alfa regula a beta, cuando lo lento organiza lo rápido y lo rápido afina lo lento, aparece una nueva entidad:
el campo mental.

Aquí no hay más disparos ni ondas, sino estados: atención, percepción, intención, memoria, dolor, deseo.
Aparecen como atractores dinámicos en un espacio multibanda, como figuras transitorias dentro de un campo de posibilidad estructurado por la actividad cerebral.
El contenido mental, esto que siento, esto que imagino, esto que pienso, es un colapso de este campo.

Y cuando este campo comienza a referirse a sí mismo, cuando una parte del sistema se pliega y observa al todo, surge el yo.

Una continuidad no reductiva

Estas tres emergencias no están separadas como niveles independientes, sino que forman una continuidad anidada.
Cada nivel es la condición de posibilidad del siguiente, pero no lo determina completamente.
Y entre todos construyen un campo donde la atención puede operar como estructura, guía y presencia.

Así, del sodio al símbolo, de la sinapsis al sentido, de la onda al asombro... la conciencia se revela como un fenómeno de organización progresiva, pero también como una forma de poesía de la materia.

Tercera emergencia

La electrofisiología cerebral se desenvuelve dentro de un espacio de parámetros biofísicos bastante acotado, aunque lo suficientemente amplio como para que emerja una enorme diversidad de dinámicas. Los límites principales son:

Dimensión: amplitud extracraneal

Margen típico: ≈1–100 µV (EEG de cuero cabelludo); ≈10–1000 µV (intracraneal)

Qué lo impone: Atenuación por hueso, piel y LCR; tamaño de las poblaciones neuronales sincronizadas

Dimensión: Frecuencia observable

Margen típico: 0.01–≈100 Hz en EEG convencional; hasta 250–600 Hz en registros invasivos (ripples, HFO)

Qué lo impone: Constantes de membrana y sinapsis (low-pass natural) + filtrado del sistema de registro

Dimensión: Potencial de membrana

Margen típico: –70 mV (reposo) a ≈+30 mV (pico de espiga)

Qué lo impone: Equilibrios iónicos y umbrales de apertura de canales

Dimensión: Tasa de disparo

Margen típico: ≤200 Hz en la mayoría de neuronas (pico teórico ≈800 Hz)

Qué lo impone: Período refractario absoluto ≳1 ms

Dimensión: Conducción axonal

Margen típico: 0.1–120 m·s⁻¹

Qué lo impone: Diámetro axonal y mielinización

Dimensión: Alcance espacial de un LFP

Margen típico: ≈0.5–3 mm de radio

Qué lo impone: Resistividad tisular; sumación de corrientes

Dimensión: Escalas de tiempo de red

Margen típico: 1 ms – minutos (ISF <0.1 Hz)

Qué lo impone: Integración sináptica, moduladores difusos, hemodinámica, homeostasis

CONDUCCIÓN NEURAL, CARACTERÍSTICAS:

  1. Carácter Electroquímico: Combina un componente eléctrico (flujo de iones) y uno químico (neurotransmisores).

  2. Base en el Potencial de Reposo: Requiere un estado inicial de polarización negativa.

  3. Mecanismo de "Todo o Nada": Dependiente de un umbral para su disparo.

  4. Unidireccionalidad: Propagación en una sola dirección.

  5. Período Refractario: Limita la frecuencia y asegura la dirección del impulso.

  6. Conducción Regenerativa: El impulso no pierde fuerza a medida que viaja, ya que se regenera continuamente (o en los nodos).

  7. Velocidad Variable: Dependiente del diámetro del axón y de la mielinización (conducción continua vs. saltatoria).

  8. Transmisión Sináptica: Comunicación entre células a través de neurotransmisores.

No hay un lugar donde ocurre la conciencia, sino un campo que colapsa.

Capítulo 3

El espacio de fases fenomenológico

Toda experiencia se da entre lo que se ilumina y lo que queda latente.

Capítulo 4

La incertidumbre como ley ontológica

Reflexividad, voluntad, introspección: geometría de la identidad.

Cuando lo lento organiza lo rápido, y lo rápido afina lo lento, aparece una nueva entidad: el campo mental.

Capítulo 5

Autoconciencia, cuando el campo se pliega sobre sí mismo

En las capas más profundas de la actividad cerebral, cuando las ondas comienzan a acoplarse en ritmos complejos, y la información ya no circula como simple eco eléctrico, emerge una figura peculiar: el estado mental. Esta figura no es una representación, sino una configuración dinámica, un atractor, que ocupa un lugar en el espacio multibanda del sistema mente-cerebro.

Lo que en otros modelos podría considerarse contenido mental, aquí es visto como una forma emergente del campo, una figura transitoria organizada por acoplamientos oscilatorios y sostenida por la atención.

Pero hay algo aún más singular.

Cuando el campo mental, que ya representa estados complejos como atención, percepción o dolor, comienza a referirse a sí mismo, ocurre un fenómeno crítico: el pliegue. Es decir, una parte del sistema oscila de forma tal que encierra dentro de sí misma el reflejo de su propia actividad. Esta auto-referencia no es un proceso conceptual, sino una curvatura interna de la dinámica, una sincronía organizada que genera una figura estable en el tiempo.

Ese pliegue del campo es lo que llamamos "yo". No es una sustancia ni una entidad separada, sino una organización coherente del sistema cuando una configuración mental se vuelve consciente de sí misma.

En este modelo, el yo no antecede la atención, sino que emerge cuando la atención alcanza la suficiente coherencia como para incluirse a sí misma en el campo que organiza. Este proceso está acompañado de:

  • una reducción de la entropía (más orden),

  • una metaestabilidad prolongada (persistencia estructural),

  • y una sincronización cruzada multibanda (theta-gamma, alfa-beta…).

Todo esto puede ser modelado como el paso de un estado dinámico abierto a un subatractor resiliente, una estructura estable pero flexible que da lugar al reconocimiento fenomenológico: soy quien experimenta.

Metaestabilidad, creatividad, dolor y redención en el sistema vivo.

Capítulo 6

El arte de habitar el borde del caos

A close-up view of a digital medical monitor displaying vital signs including a green electrocardiogram (ECG) line, a yellow respiratory rate line, and numerical values with a red background indicating a concerning level.
A close-up view of a digital medical monitor displaying vital signs including a green electrocardiogram (ECG) line, a yellow respiratory rate line, and numerical values with a red background indicating a concerning level.

Teoría neurodinámica

Somos científicos dedicados a visibilizar nuestra teoría neurodinámica sobre la consciencia, utilizando datos reales y una aplicación Shiny para demostrar nuestros hallazgos.